Este no es mi país, como Italia no es el tuyo. No es nuestro, es donde vivimos y punto. Una mezcla de muchas cosas nuestras y ajenas. Un lugar como todos, ya que en todos lados se puede ser como se es, y no hay forma de no serlo. Pero tenés razón: en algunos sitios es más fácil ser de una u otra forma.
Entiendo por qué me dedicás tu carta a mí: porque se lo dedicás a Argentina, a lo que vos viviste de Argentina, a lo que vos viste de mí, en contraposición a lo que hoy vivís en Italia, en contraposición a tu ser actual. O sea, le escribis a TU Argentina.
El mareo…
De repente, empezamos a dar vueltas. Nuestro oído interno, increíble órgano que indica con fuertes impulsos electoquímicos cuando estamos quietos y cuando nos movemos, cuándo al derecho y cuando al revés, le envía las señales a nuestro cerebro. Le dice: hey, hay un cambio, ya no estam os quietos, estamos girando.
La normalidad adelante atrás se reemplaza momentáneamente por un nuevo estado predominante: el lateral. Nuestro cerebro, muy inteligente él dice: ok, y hace su trabajo. Es una señal fuerte y la reacción es fuerte, pues nuestro cerebro requiere mucho esfuerzo para soportar el giro, para no caernos, para que todo el aparato siga funcionando. Son muchas las señales anormales que tiene que enviar para mantener la normalidad del conjunto, y sin embargo logra que todo nuestro cuerpo se adapta a la nueva sensación. Se acostumbra, y nos sostenemos, y la señal tan fuerte ya no es tan fuerte sino que se transforma en un zumbido de fondo. Por un (breve) tiempo, las vueltas son la nueva normalidad. El mundo de adelante-atrás se reemplazó por un mundo lateral, hacia los costados. Bidimensional, también, pero perpendicular a la anterior realidad. Un universo perpendicular, que en un punto se cruza con el otro. Ese punto sos vos.
Y luego, paramos. De una manera mas brusca oun poco mas suavente, pero siempre paramos. De un instante a otro, la señal, el detonador de la reacción, no está. Nuestra mente tarda en acomodarse, en entender qué pasa. Durante un tiempo corto, mientras tratamos de entender qué pasa, nuestro cuerpo recibe la señal de seguir girando. Pero ya estamos quietos. Ahí es cuando la mayoría se tropieza y se cae. Otros no se caen, pero el tropiezo es siempre evidente. Nuestros músculos se aflojan, nuestros órganos se acomodan. Allí, nuestro estómago siempre nos traiciona. Siempre, al detenernos, viene la náusea.
El auto y la ruta…
Tu auto, cara mía, se fue de la ruta mucho antes de navidad. Tu auto se salió de la ruta cuando te subiste en ese avión rumbo a Argentina. En Argentina, digo, fuera de la ruta, giraste y muy sabiamente quitaste las manos del volante y los pies de los pedales: ante semejante cambio, renunciaste a la fantasía que tenemos todos: pretender ser quien tiene el control. De un auto, de una vida. Lo veo en mi hijo, cuando toma un volante de juguete y juega que maneja un auto de verdad. Con más o menos cinismo, todos nos damos cuenta y jugamos el juego de manejar, igual.
Te entregaste a ese trompo, y mientras duró el giro, fue fabuloso, claro. Girando, el mundo, el mismo de siempre, se ve tan distinto. La gente cobarde o conformista en el giro se asusta, llora y grita. La gente como nosotros se sientre atraída y se descubre curiosa. Disfrutamos de la vista, y en ese girar hasta vos misma te diste vueltas. En la ruta, en esa que tan bien conocemos y en la que pretendemos conducir, te pasas los días mirando alrededor, contando las cosas que no te gustan y deprimiéndote por lo que no podés hacer para cambiarlas. En el mareo, tu auto y tu cuerpo dieron vueltas, viste lo bueno y seguiste viendo lo malo, pero con esas dos caras aún pudiste ser feliz. El mundo fue el mismo. La que dió vueltas fue tu cabeza.
Ahora frenaste. Todo te parece quieto. Tu vida se paró, se inmovilizó. Tu cuerpo reacciona. Ahí está tu náusea.
Lateralus...
En algunos cuentos hablan de realidades paralela s. No hace falta la ciencia ficción para hablar de universos alternativos. Todos los días, al detenernos y mirar con un poco de atención, vemos realidades que se cruzan. Y en ese cruzarse contínuo hay cruces perfectos. Cuando los cruces son perpendiculares se realza, a través de la perfección de la forma geométrica, la característica primordial del cruce: el punto en común. Alessa, tana mía, sentite afortunada de ser el punto de ese cruce que vos también descubriste, en el que encontraste la puerta hacia un universo lateral.
Una bendición, una condena. Vos viste lo maravilloso de vivir lateralmente a la normalidad de la ruta, del país, de las personas. Ahora, ¿pensas por un instante que una vida lateral puede ser realizable, durable, soportable, fácil? Si lo intentas, sólo vos podrás decidirlo.
(Juro que se por qué lo digo) Disclaimer: podés decidír emprender ese agotador y fascinante viaje, pero sabé que todo tu cuerpo una y varias veces va a rebelarse, te va a pedir a gritos volver a la vieja ruta. Con dolor.Y ahí la lógica autoreferente, fruto de esta paradoja existencial: ¡si ya lo hace ahora, que estas en la ruta!
Y para salir un poco de esta apariencia de pseudo-profundidad de una manera mas light, levantando lentamente la vista de los propios zapatos de una manera (post) rockera , me pareció bueno dejarte esta canción…
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