17 de febrero de 2011

Atencion:

No se bién si:


El proposito de este blog es que

 Tengo Algo que decir.

ó El propósito de este blog es que:

Tengo que decir Algo.

ó El propósito de este blog es que:


Algo tengo que decir.

8 de febrero de 2011

I´m talking to you

Presione (1) para un psicodiagnóstico rápido (gratuito)
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Presione (3) y ponga la palma de la mano derecha de su monitor para una lectura quiromántica (gratuita)
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Tenés la necesidad de que otras personas te quieran y admiren, y sin embargo sos crítico con vos mismo. Aunque tenes algunas debilidades en tu personalidad, generalmente sos capaz de compensarlas. Tenes una considerable capacidad sin usar que no has aprovechado del todo aún. Disciplinado y controlado hacia afuera, tendes a ser preocupado e inseguro por dentro. A veces tenes serias dudas sobre si has obrado bien o tomado las decisiones correctas. Preferis una cierta cantidad de cambios y variedad y te sentis defraudado cuando te ves rodeado de restricciones y limitaciones. También estás orgulloso de ser un pensador independiente; y de no aceptar las afirmaciones de los otros sin estar convencido o tener pruebas suficientes. Pero encontras poco sabio el ser muy franco en revelarte a los otros, y a veces por decir la verdad te ha ido mal. A veces sos extrovertido, afable, y sociable, mientras que otras veces sos introvertido, precavido y reservado. A veces te das cuenta de que algunas de tus aspiraciones tienden a ser un poquito irrealistas.

4 de febrero de 2011

Vuelta por el universo. Parte II - reencuentro, recuerdo, enseñanza


Se fue el cortejo, llevándose el susto y la impresión inicial. Ahora, en un bosque entre brumas y penumbras, comenzaron a llegar los visitantes. Un gran grupo de animales formaba una ronda, y todos me miraban: jabalí, puercoespín, toro, león, mono, carnero, oso, algunos de nombre impronunciable, de otros planetas. Me rodeaban y me observaban, primero en silencio y luego hablaban entre ellos. Aparentemente me reconocieron y se hacían comentarios acerca de mí. Les pregunté quienes eran, y me dijeron que mis amigos de siempre. Les dije que no los recordaba, aunque los sabía familiares. Me dijeron que ya lo sabían, y me explicaron que yo había olvidado muchas cosas. Me contaban cosas y comencé a recordarlos, como se rememoran recuerdos de una infancia a medida que una palabra, una imagen o un objeto los rescata de los confines de la memoria, arrastrando consigo pequeñas historias. Olvidé que muchas veces a lo largo de siglos nos encontramos. Olvidé que eran sabios, cada uno con un temperamento distinto y un perfil propio de sabiduría. Olvidé que vivimos muchas cosas juntos, que crecimos juntos y muchas veces aprendimos viviendo y experimentando. Y olvidé que yo era uno de ellos. Y en mi olvido también olvidé que alguna vez fui, como ellos, también sabio. Recordé que soy un sabio que perdió memoria. A lo largo de los años, mientras transito esta vida y aprendo cosas aparentemente nuevas llenando una mente que cuando naci estaba otra vez en blanco, lo único que hago es recopilar datos y nuevas experiencias para poder recordar lo que ya se. Y en esa acción de recordar cierro un círculo de conocimiento: redescubriendo lo ya descubierto una y otra vez, confirmo lo verdadero a prueba de repetición. Lo perpetúo y así lo incorporo a mi ser, lo hago mío o mejor dicho, lo hago parte de mí. La información, los datos, el contexto se renueva, muta, se transforma, pero la inteligencia perenne devela el trasfondo, percibe el principio, otorga sentido y trasciende la forma zambulléndose en el contenido, porque es allí detrás de la superficie donde la inteligencia habita.
Conversamos, recordamos, me dijeron que viajara un rato con ellos, había cosas que me querían mostrar. Pero yo estaba muy pesado, tenía conmigo un lastre que me impedía despegar. Se fueron y no pude seguirlos.
Me recosté en el piso sin entender qué me pasaba. El chamán pasaba, los cantos seguían, la ayahuasca y los líquidos me inundaban hasta la garganta. Sentí como mis intestinos se retorcían y giraban. Tenía que vomitar. Mi cuerpo no se decidía, pero yo tenía que vomitar, estaba muy pesado y por eso no despegaba. Dentro de mi estómago estaba la sustancia, pesada, que me enfermaba. Y lo que enfermaba no era la sustancia, lo que enfermaba era no poder largarla, evacuarla. Antes ya, había comprendido el significado simbólico de la vomitada en el ritual de ayahuasca. En ese momento, a través del vómito muchas cosas se me explicaban. Yo estaba ahí, abrazando el balde, sin poder largar nada de todo eso que me contaminaba. Frente a mí se abría un hoyo en la tierra, una cueva oscura que conducía a la profundidad sin límite y se me ofrecía para recoger mi porquería, la sustancia negra, ese líquido que concentraba en mi cuerpo todo lo negativo, lo podrido. Veneno y enfermedad de lo material, de la mente y de mi alma. El líquido es en realidad protector, absorbe y acumula toxinas para impedir el envenenamiento del cuerpo y el alma. Y es el objeto detrás de la náusea. Cuando hay una pérdida, una fuga, hay enfermedad. Podía limpiarme y renovarme a través del acto de eliminarlo, mejorar mi salud y poder proseguir hacia otras etapas. Sin embargo no podía, no quería, no sabía largar nada. Venían las arcadas, salían vientos y vapores en forma de eructos, pero las aguas sucias no bajaban.
Me recosté otra vez, y le pedí ayuda a mis amigos. A lo lejos me gritaban. No vinieron pero enviaron a un sirviente. Vino a intentar abrirme la boca (jamás pensé que la pudiera abrir tanto), me estiraba la lengua, me presionaba en la panza, me daba masajes, me indicaba que vomitara. Sin embargo era yo quien no largaba nada. “No se cómo largarlo aún, porque mi cuerpo no sabe diferenciarlo, no sé hasta dónde es parte de mí y hasta dónde una sustancia ajena, extraña”. En mi condición actual era parte de mi ser, y no había una separación definida, marcada. ¿Alimento o desperdicio? Un poco de ambos. Era triste.
Sin embargo, no me amargaba. Entendí que aún no estaba listo para viajar con ellos, que el manejo del agua negra era tal vez hoy la enseñanza, la prueba que indicaría el fin de una etapa.
Volvieron para despedirse. Les expliqué y comprendieron lo que pasaba. Dijeron adios y antes de irse me dejaron un regalo, un compañero que me ayudaría y me haría mas fáciles los días con esta carga. Era un pez, con boca muy grande, que se alimenta de cosas extrañas. Come lo podrido y así uno no se llena tanto la panza. No hace falta entonces para mí tener que ingerirlo todo: cuando algo huele a podrido se lo doy al pescado y él se encarga. Tengo que aprender a hacer eso, tampoco es fácil separar el alimento de la basura cuando uno acostumbra a cerrar los ojos y masticar todo lo que por delante pasa.
Creí que eso era todo, el final del viaje. Estaba conforme, era suficientemente bueno. 
La música seguía sonando, mi panza ya no gemía ni mis tripas reventaban. Me recosté a pensar en cómo todo esto a mi vida cotidiana se aplicaba. Pensé en mi trabajo, pensé en mi ex. Pensé en mi hijo. Muchas imágenes de él. Riendo, jugando, casi como que allí estaba. Me entregué a esos recuerdos, sólo antes de que llegara realmente ella. Se acercaba, hacia mí venía, había decidido venir a mi morada. Aunque yo me hubiera quedado a mitad de camino, la que llegaba era realmente ella, mi amada.