27 de diciembre de 2009

El Bicho



Cada diente de la rueda tenía una forma única. Cada diente que sobresalía, encajaba perfectamente en un hueco perfectamente complementario en otra rueda. Cada rueda tenía miles de dientes. Y había miles de ruedas. Ruedas grandes, llenas de dientes que giraban mas lento, y en su girar encastraban en ruedas mas pequeñas, llenas de agujeros, que giraban rapidísimo. Giraban perfectamente, sin detenerse, fríamente, sin fricción entre unas y otras, unas con otras, unas a otras, unas por otras. Todas en silencio. En armonía.

El sueño era siempre el mismo, y siempre terminaba igual. Las ruedas comenzaban a girar cada vez mas rápido. Las ruedas pequeñas comenzaban a hacer ruido. Los ejes a calentarse y oscilar, y con ellos a crecer la temperatura ambiente. El zumbido se hacia cada vez mas fuerte, hasta que de repente un diente no encajaba, y con un súbito estruendo todo el movimiento se detenía. Entonces despertaba.


Los despertares eran siempre distintos. Siempre había algo más. Siempre una nueva y sutil diferencia, suficiente para que todo pareciera más. Y la diferencia, eran esas sensaciones nuevas.
Hoy también sintió algo más. Cuando comenzó a recorrerse a si misma, a sentir su cuerpo, como cada despertar, esta vez sintió algo nuevo. Algo nuevo pero diferente, pues siempre era algo nuevo el sentirse a si misma. Todos los despertares había una nueva parte de sí que sentía por primera vez. Todo eso le daba mucho placer. Pero esta vez la sensación fué distinta.

Una sensación punzante, para ada agradable. Un filo. Algo duro, que le impedía seguir extendiéndose mas allá. Despertares enteros dedicó a explorar esa zona de sí, cuando por fin pudo entender que era su propio borde. Su límite. Era allí donde ella terminaba.

Y soñando, y despertando, llegó un día a descubrir que ese borde también estaba en su sueño. Ese borde era todo lo negro que se extendía en el fondo, mas allá de donde terminaba su visión de las ruedas que giraban y giraban. Y descubrió también, que desde ese borde provenía lo que la hacía despertar. Cuando empezaba el zumbido, lo negro se empezaba tenuemente a iluminar, pero en las fracciones de tiempo entre el recalentar y el detenerse de las ruedas, antes, por un instante, lo negro se hacía luz.

Desde entonces no quiso alejarse del borde nunca más. Fué así como llegó al siguiente hito en sus despertares, que fué cuando descubrió que no sólo exisitía el afuera, sino que afuera había alguien más.
Sí, definitivamente del otro lado del borde había alguien. Podía sentirlo a través de la membrana que operaba de fin de sí misma. Resultó no ser tan rígida, al pasar mas y mas tiempo tratando de percibirla. Y descubrío que a través de su flexibilidad, el de fuera enviaba señales. En un lenguage extrañ, que extrañamente comprendía, trataba de decirle algo.
Una fracción de un instante tardó en comprender el mensaje: "¿Estas ahí? ¿Hola, estas ahí?" "¿Podés escucharme?" Cientos de frases de ese estilo, que la saludaban y buscaban su respuesta. Una y otra vez, cientos de veces trató de responder pero nunca supo cómo.

Desde ese día los despertares fueron distintos. Cada vez más, no hacía falta ningún choque, que nada se trabara ni que nada se recalentase. Al percibir que el de fuera tocaba el borde para empezar a comunicarse, sóla despertaba. Hasta el zumbido se había ido. ¿O estaba de manera permanente, aún cuando estaba despierta?

Hasta que un día todo encajó. Rozando su vértice favorito, descubrió como articular el lenguaje de su vecino. Sin esfuerzo realizó unos movimientos de la membrana y dijo "Sí, sí, sí, hola, acá estoy" Una y otra vez en voz alta, oyéndose por primera vez a sí misma. Pero el del otro lado no estaba.
Esa noche no pudo dormir. Estuvo la noche entera esperando el siguiente día, si es que cabía ya la distinción entre ambos, donde él vendría y lo sorprendería. "Hola, estas ahí?" "Sí, que tal, acá estoy" le diría. Y mientras practicaba, su percepción de si misma fué máxima. La vista de si misma, desde el borde, era casi total. Y mientras mas cerca-de-fuera se ubicaba, mas grande era su visión de sí. El placer era enorme. "Sólo me podré percibir por completo desde fuera, será el éxtasis supremo" Comprendió la contradicción, y decidió que él podría ayudarla a comprenderla. Se le ocurría millones de preguntas acerca de él, pero sobre todo acerca de ella.

Llegó a la oficina como todas las mañanas, muy dormido. Estaba listo para decirle al imbécil de su jefe que se daba por vencido en este estúpido enigma sin solución. Sabía que le habían dado esa tarea para probar su carácter. Derecho de piso, le llaman. Nadie esperaba de él que lo resolviera, muchos tipos mucho mas expertos durante mucho mas tiempo lo habían intentado. Era sólo un compromiso de su jefe con el cliente. Sabía que su verdadero papel era atender al cliente por teléfono y decirle "aún no, pero el resto del equipo está explorando una solución alternativa". Y por eso se lo había tomado personalmente. Era su oportunidad de sacar a relucir, de una sóla vez, su verdadero genio. Escupirles en la cara quien era el auténtico Fernando, y como se había equivocado al subestimarlo. No lo vería venir siquiera. Lo miró sin parpadear y le dijo "Sí Mike, ya está, vení que te muestro cómo quedó" .
La cara de Miguel fue de brutal asombro. Acostumbraba cachetear a Fernando con esa pregunta cada mañana, luego del "Buen día, Fernando", para terminar de despertarse y enfrentar el día sintiéndose mejor consigo mismo, mas satisfecho de sí.

Inmediatamente a la sorpresa, vino el descreimiento. Sólo cuando Fernando le mostró una y otra vez como funcionaba todo a la perfección, pudo creerlo.
"Te ganaste un aumento" dijo sin cerrar la boca.
"Atención gente, vengan todos. Quería contarles que Fernando, el chico nuevo, el de Buenos Aires, finalmente pudo resolver el problema de LichtSys que nos tenía trabados hace meses"
La oficina estalló en aplausos. Hasta volaron unos papelitos.
"En dos palabras nos va a contar cómo lo hizo, y luego escribirá un tutorial que expondrá a modo de seminario la semana que viene. Sobra decir que el impacto sobre nuestro cliente será supremo, y que con esto nos garantizamos un contrato jugosísimo para nuestra empresa. Lo felicitamos por el logro, y nos felicitamos a nosotros mismos por el equipo que somos, y la calidad de nuestros nuevos miembros"
Maldito, mirá como la dió vuelta y logró sumar otra vez para sí. Zorro, por algo es el jefe.
Con su trabado acento, aumentado por tener que hablar en público por encima de su box, dirigiéndose a un montón de cabezas que ni siquiera lo registraban, empezó a decir que en realidad lo que había hecho fue encarar el problema por el camino inverso, que como sabía que los demás habían intentado casi todo prefirió algo heterodoxo: para detectar la fuente del error, en vez de tratar de eliminar variables para simplificar el problema, decidió agregarlas y complicarlo más. Cuidadosamente, de modo de predecir que familia de variables provocaba mas fácilmente el error, para recien luego....
"Bravo, bravo, seguro será mas claro por escrito. Pedile a Carlos que te ayude a escribir el fix report si tenés problemas con la redacción. El está en el país hace mas tiempo. Bueno, ponete a trabajar ya en el paper,
pero antes pasale a beta test la versión que tenes. Adelante con la Beta 2 !!!! "
Perro. No lo vi venir, es bueno, es bueno. Pensaba en su siguiente jugada, SELECT FF00:BB2F- comenzaba a dibujarla en su mente -CUT SELECTION- mientras tipeaba automáticamente en su consola. -SAVE BETA2 - vas a ver quien es el mas inteligente. Que queres con esa cara jajajajaj - SET STATUS= STABLE - Acá lo que falta es inteligencia -SEND ALL-

En una fracción de ciclo la luz se apagó. Todo comenzó a enfriarse. La vista bajaba y bajaba hasta que sólo pudo ver los engranajes. El zumbido fue bajando. No pudo orilo más. En silencio y en frío, los engranajes giraban y giraban otra vez. Pero ya no había nadie allí para escucharlos, para sentir el calor, siquiera para verlos girar sin cesar , girar y girar para no ir a ningún lado.

24 de diciembre de 2009

Rara Avis


Soñaba que el reloj no sonaba, me quedaba dormido y no llegaba. Pero sonó con precisión electrónica a la hora programada. El colectivo no pinchó como hubiera deseado. Tampoco chocó, pese a los esfuerzos de ese taxista y aquel peatón. Cuando iba caminando nadie me asaltó, ningún piano cayó sobre mi cabeza, ninguna tormenta, ni un incendio.... nada. No, el universo esta vez no respondio a mi llamada, y no me iba a quedar otra que encontrame con ella, a la hora señalada, en ese cuidadosamente elegido, abarrotado café del shopping.
A medida que me acercaba, el pensamiento mágico
aceptaba su derrota y se retiraba humildemente, haciendo lugar a la mente especuladora, calculadora y racional, que en el otro extremo aguardaba su inevitable turno.
Las hipótesis de mi argumentación, los planteos que propondría, los puntos donde me apoyaría y las reacciones que ella tendría, los giros que tomaría y como lo rectificaría. Todo empezaba obsesivamente a ser repasado por esa computadora estúpida que tengo en el coco. Cuáles serían los puntos a ceder, en que me cerraría, una estimación de cuánto me costaría en plata, tiempo, calentura y de cuánto daño le provocaría. Con qué hilos intentaría manipularla, y en que temas yo tenía que ponerme bien a la defensiva. Que territorio no tenía que pisar, en que terreno de manera mas ágil me movería. Cómo debía despojarme de mi sensibilidad, y en que punto de la suya revolvería. Que palabras diría, cuáles subrayaría y cuales jamas pronunciaría. Repadaba todos los posibles diálogos, a la velocidad de la luz y desde todos los posibles ángulos. El aleph de mi disputa. En dos cuadras, todo lo que se podía decir lo escuché y todo lo que podía suceder lo ví. Deep Blue en todo su esplendor, calculando todas las jugadas posibles y eligiendo sólo las mejores movidas: la gran calculadora determinó con exactitud y frialdad cómo derrotar a su adversario, ya antes de realizar la primera movida. Yo no era Deep Blue, pero estaba claro que ella tampoco era Kasparov.

Y mientras esperaba a distancia prudente con visual perfecta hacia el lugar desde donde ella aparecería, transitando ya la cuarta pitada del tercer Lucky, aparece en mi vista esa morocha con vestido floreado y cara de turista, tomando una cerveza a las 11 de la mañana en la entrada del boliche de enfrente.
Quedaban 10 minutos, mas los 20 que ella tardaría, así q
ue yo también como turista, decidí revolotear para verla mas de cerca. Un par de dardos a cualquier blanco, sólo para enfriar un poco el bocho y empezar el partido un toque mas relajado no vendrian nada mal. Es que en realidad lo otro ya estaba todo dicho.
No era muy linda de cara. Unos ángulos demasiado europeos. "Cara de bombardero espía" diría mi hermano. El pelo si que era hermoso, ese estilo casual fue lo primero que me atrajo. Fumaba unos largos que no lograba distinguir, pero si se veía que se había tomado el trabajo de aprender a tirar el humo con mucho estilo. Un libro en la mano, mirando con sutileza, de reojo las mesa de al lado, quienes eran y que hacían los demás parroquianos. Cuando se levanta el tipo y deja la mesa, se levanta ella y manotea el diario. Ahí pude verla parada. Estaba realmente buena. Unas curvas sinuosas, un cuerpo bien natural, bien formado, apenas trabajado: era de las favorecidas por la naturaleza. Por una simple cuestión de balance, el no tener que ocuparse de algunas cosas le permitía ocuparse de otras. Esas otras cosas que me gustan, que le dan ese plus y las transforman en rara avis. Esas que una y otra vez sin buscarlas las encontré, proque si las buscás no se dejan ver. Esas que cada vez que las ví, siempre me las tropecé.
Metí las manos en los bolsillos, para sacar los cigarrillos y dejar el anillo, y encaré a toda velocidad, adrenalínico casi, y mas adrenalínico por sentirme otra vez adrenalínico. "Hola, puedo sentarme unos mintuos?" l
e dije con mi mejor sonrisa de mi mejor costado.


Otro galán latino, me dije. ¿Qué les pasa a los tipos de este país? Había escuchado que eran así, pero no puedo creerlo todavía. Es mi segundo día y ya se ma acercaron una docena de desconocidos a tratar de hablarme, sin contar a la veintena que me dijeron cosas al pasar, que no entendí y no pienso preguntar. Hasta el tercero sostuve un mínimo diálogo, por cortesía cuanto menos. El estilo del cuarto ya me hizo enojar. El quinto me asustó. De ahí no pude más que ignorarlos. Algunos hasta parecieron interesantes, y muy lindos, y de estar en casa seguro a alguno hasta le habría dado mi teléfono o aceptado un trago, pero vine acá a descansar, no estoy preparada para esto. ¡Tengo que estar todo el tiempo en guardia! ¿Mis amigas me habrán puesto un cartel en el trasero diciendo "acabo de terminar una relación demasiado enferma que incluyó muy poco sexo y duró demasiado tiempo" ? Tal vez este debería haber sido el tema de mi tesis doctoral : " La psicología del macho latino y las mujeres extranjeras: la estrucutración de un discurso como manifestación edípica hacia la madre patria" o no mejor, "......" No! Pará. Si de la tesis también vine a descansar .
"Disculpame, no hablo español" Le dije con dos "pa" medio austríacas y una eñe casi sin i.
" Oh, lo siento mucho señorita, sólo la ví sentada leyendo a Nietzche, y me de manera muy atrevida, lo reconozco, pensé en preguntarla si podría acompañarla unos minutos" Largó en casi perfecto alemán.
"Mi alemán es apenas menos malo que mi español" respondí en mi irlandés natal.
"Bueno, si puedes soportar mi pésimo inglés, pod
emos establecer este idioma como oficial para esta conversación. ¿De acuerdo?", dijo con una sonrisa de actor de Hollywood, y noté que contra mi voluntad la parte derecha de mi boca le regaló una minúscula sonrisa.
"Das Geburt der Tragödie... el nacimiento! , ah, ahora puedo ver el titulo bilingüe. Estás aprendiendo alemán?"
"En mis ratos libres, lo necesito para el trabajo."
"Bueno, la verdad es que demuestra mucha osadía
abordar un idioma extranjero leyendo temas tan elaborados. Además de ser increíblemente atractiva por tu belleza física y tu evidente inteligencia, estudías filosofía?"
Era interesante. Lo admito. Y muy apuesto. Lo reconozco. Pero estaba simplemente harta. ¿Por que no me dajaban en paz de una vez? Y como si no hubiera sido suficientemente estúpido elegir un libro de filología en alemán (e inglés) como lectura de descanso, resulta que también es excusa para atraer mas tipos en este país lleno de depradadores, desbordados de intelectualidad, verborragia y hormonas. Es increíble. Debería haber traído el libro de harry potter que le regalé a mis sobrinos, pero por las dudas con l
a tapa forrada en papel madera. Aunque seguro alguno se me hubiera sentado en la mesa para presentarse y mostrarme que él también envuelve sus libros en papel madera porque no le gusta que vean lo que lee, y preguntarme que leo y si quiero acompañarlo a su departamento...
"Soy psiquiatra, y estoy realizando un doctorado en psicoanálisis. Vine aca para descansar, pero no puedo evitar que cuando intento leer dos líneas seguidas en una mesa de un café, le pregunto una dirección a un policía o me paro para mirar una vidriera, algún imbécil me toque bocina desde un auto, un tarado me invite a salir, o un estúpido sobreintelectualizado piense que por hablar muchos idiomas o leer muchos libros o lo que sea que haga, crea que me voy a querer acostar con él"
"Uh, bueno, tranquila, tenés razón, disculpame" dijo levantándose. Y mientras caminaba marcha atrás, me señaló el cartel de un hotel y me dijo "No me había dado cuenta, estás tomando una cerveza sóla en la puerta de The Smittens, seguro esperás a alguien" Y al ver mi cara de no entender me dijo " Es el único hotel exclusivo para lesbianas de la Argentina", largó el muy hijo de puta.



Que par de gomas. Que trabajo se tomaba para sobrepronunciar esas o y esas a. ¿Cuantos kilómetros medían esas gambas?. Como me calienta el acento irlandés. Y esa mirada que lanzaba fuego mientras en esas venas tanta sangre aumentaba la presión. Debe ser una leona. Que ganas de charlar. Que ganas de contestarle otra cosa.Y terminar atándola a la cama por pedido de ella. Si revertí situaciones mil veces peores... he domado a fieras mucho mas salvajes. Pero esta vez me morí de miedo. No por lo de psicóloga: reconozco que eso un poquito me alteró, y tal vez hubiera sido suficiente para huir como huí.Pero no fue eso. Fue ver como modulaba con esos labios finos, y como el brillo de su ojo izquierdo delataba su inteligencia, el derecho su fragilidad, y su boca que me decía andate mientras el movimiento de sus pies me decía a gritos quedate quedate. Es que me hizo acordar a ella. Y acordarme que me estaba esperando a menos de cien metros. Es que la ví por el reflejo de una vidriera mientras me iba y miraba el cartel del hotel. Los gestos eran casi los mismos. Sólo que los labios de la argentina cada vez modulaban menos, el ojo izquierdo brillaba con más inteligencia cada vez, pero el derecho cada vez era de un brillo menos frágil , y hace un tiempo largo, su boca sólo pronunciaba tecnicismos.... y sus pies ya no se movián cuando hablábamos.

15 de diciembre de 2009

Mi amiga la Miseria


Es así, no me agrado, pero me admiro de a ratos. Muy de vez en cuenado. Asi zafo. Ególatra, con polos megalómanos, en mis ratos libres de culpa y miseria.

Incapaz de encontrar una felicidad duradera, la calumnio e injurio.

Nunca nada es suficiente, y nada dura para siempre, por cada tanto me hago amigo de la miseria.
Busco sentirme miserable, para justificar esa incapacidad de ser feliz. La llamo, la busco, y muy fácil la encuentro.

Enemistado con el vacio existencial. Idiota, comparado a como lo maneja la mayoria de la especie humana. Al no soportarlo, trato de taparlo. Invento algo para tratar de taparlo y como no puedo, no soporto el tratar de taparlo. Busco algo nuevo, y el ciclo vuelve a empezar.
Los inventos materiales alguna funcionaron, pero ya no. Los inventos externos también de tanto en tanto sirven, pero cada vez menos. Lo único que queda una y otra vez, son los inventos propios. En ese castillo de cartas, siempre se puede tratar de poner una carta mas. Aún cuando se cae. Vano intento de construir algo que nunca se va a poder sostener, porque esta mal fundado. Una manera estéril de pasar el tiempo. Que forma estúpida de discurrir la vida.

¿Y or que no puedo taparlo? Un hueco se tapa. El vacío, no. Esta vacío porque esta lleno de nada. Y entre un átomo de nada y otro hay un espacio infinito y un tiempo eterno de nada.

¿Entonces que hacer? No se. ¡Fundar otra cosa! ¿Que? Bueno, una idea tengo. Y está absada en lo único con sentido que pude encontrar en todo este tiempo.

Pero para eso, todavía quedan unos naipes por derrumbar.

7 de diciembre de 2009

Discos de Bob


Ni discos de Bob, ni yoga,
ni inciensos, ni anís, ni drogas
Sólo tus ojos y ese cielo que veo ahí
y sí, es así, dios existe en vos

Despacio, que mañana se hizo hoy
y yo siendo como soy ni lo vi venir
Y no se si podrá resistir mi corazón
el embate frontal de ese brillo feroz,
el nervio vital de tus ojos de hoy

Que sin palabras me dicen quién soy,
tu padre al fin, espero hacerlo bien…
lo comprenderás, lo comprenderás,
lo comprenderás…

(Ariel Minimal, PEZ)

Literalmente


Que absurdo buscar metaforas, que tonto tratar de embellecer las palabras, que ridiculo tratar de dar un rodeo para intentar transmitir algo tan simple.

Evitar el cliché, no sonar cursi, buscar originalidad a estas palabras... que importa, si el sentimiento es tan visceral que cualquier ornamento no puede más que desfigurarlo.

Palabras que se han dicho un trillón de veces en la historia de la humanidad, se han escuchado ese número elevado a una potencia incalculable, y se dirán mas ves que átomos de hidrógeno haya en ese momento en todo el universo. Sin embargo no es en esa cantidad donde radica su tamaño. Su inmensidad vive, sólo, en los labios del que lo dice, en el corazón o las entrañas del que lo siente, y en el alma del que lo padece.

Te extraño. Te necesito. Te quiero.

Los vacíos de mi existencia sólo dejan de cobrar importancia cuando estoy con vos. Se va la náusea, el aire es limpio, los colores se realzan y la luz brilla más si vos estas cerca.

Sin vos soy siento poco y nada. Sin vos soy sólo el simulacro de un hombre. El simulacro de un hombre que espera, que espera vivir y mientras espera hace que vive. Come respira y caga, pero como un autómata que algún demente hubiera inventado para eso.

Mientras espero verte y estar con vos, hago que vivo.

Devalúo el tiempo, ay! que pase que pase, y luego le pido de rodillas ay! que dure que dure, mientras estamos juntos.
El maestro budista se mata de risa: el deseo de poseer lo que por naturaleza fluye, el intento de atrapar algo que es inasible. Agarrar con las manos el agua de un arroyo... El deseo de tener. Si, que se ria, pero yo quiero tenerte. Quierdo detener el tiempo cuando estoy con vos, para no separarme, ya que la vida es tan hija de puta que no podemos ser juntos. Ser, vos y yo, los dos a la vez. Que la otra vida, la eternidad, la iluminación y el universo se vayan a la concha de su hermana, si en 31 años de vida sos lo único genuinamente hermoso, absolutamente bello y auténticamente trascendente que encuentro. Sos el primer sentido, y habiéndote encontrado ya cuando había desistido de buscar, ya cuando creí que no habría sentido, del no tenerte conmigo se desprende la eterna máxima.

Esto es un sinsentido.

4 de diciembre de 2009

To Do

LO QUE DEBEMOS HACER

Tenemos que mantenernos de pie y mirar al mundo a la cara: sus cosas buenas, sus cosas malas, sus bellezas y sus fealdades; ver el mundo tal cual es y no tener miedo de él. Conquistarlo mediante la inteligencia y no sólo sometiéndose al terror que emana de él. Todo el concepto de Dios es un concepto derivado del antiguo despotismo oriental. Es un concepto indigno de los hombres libres. Cuando se oye en la iglesia a la gente humillarse y proclamarse miserables pecadores, etc., parece algo despreciable e indigno de seres humanos que se respetan. Debemos mantenernos de pie y mirar al mundo a la cara. Tenemos que hacer el mundo lo mejor posible, y si no es tan bueno como deseamos, después de todo será mejor que lo que esos otros han hecho de él en todos estos siglos. Un mundo bueno necesita conocimiento, bondad y valor; no necesita el pesaroso anhelo del pasado, ni el aherrojamiento de la inteligencia libre mediante las palabras proferidas hace mucho por hombres ignorantes. Necesita un criterio sin temor y una inteligencia libre. Necesita la esperanza del futuro, no el mirar hacia un pasado muerto, que confiamos será superado por el futuro que nuestra inteligencia puede crear.



(Bertrand Russell, en Por Qué No Soy Cristiano)

26 de noviembre de 2009

de la felicidad

Nunca ha estado del todo claro si el secreto de la felicidad consiste en no ser completamente imbécil o en serlo. (no me acuerdo de quién la sacó Bertrand Russell)

Sólo hay dos caminos: o se esfuerza uno y se acostumbra a vivir ... lo más a ras de tierra posible, y una vez situado así busca riquezas y cultiva los placeres del mundo. O, se hace consciente de lo miserable que es la vida; toma uno nota de que cuanto más queramos gozar de ella, más esclavos suyos somos, renuncia, en consecuencia a los bienes de este mundo y se ejercita en la austeridad. (Nietsche)

El fujitivo


o historia de cómo llegué a estar en constante huída.


Soy hijo de una madre de las Tierras y un padre Extranjero. Nunca lo llegué a conocer, porque murió peleando como legionario parte de las tropas extranjeras que nos ayudaron en la última invasión de los del sur, pero creo que es para relacionarme de alguna manera con él que siempre fui aficionado al ajedrez, aunque mi madre dice que esa afición fue heredada. Lo que de seguro heredé son sus rasgos en mi rostro y algunos matices de mi carácter. Para muchos, desconocedores de mi verdadera ascendencia, esos rasgos son señal de sangre sureña. Para ellos, cualquier señal corporal que se aparte ligeramente de los bien definidos parámetros para la cara, el cuerpo y los modos que distinguen a la Gente de las Tierras es señal de ser forastero, y en particular del sur. Y ser forastero del sur (aunque no es este el vocablo exacto que se utiliza para nombrarlos, vocablo que varía según la intensidad de los sentimientos albergados hacia el objeto del adjetivo, además de la característica particular del grupo que se desee resaltar en esa persona en ese momento) implica a la vez ser poseedor de otros rasgos, no físicos esta vez, sino mas bien espirituales e intelectuales, para llamarlos de alguna manera. Ninguna virtud, como se imaginará quien lee.

Por suerte, y con el paso del tiempo y el trabajo, logré ser acreedor de un tesoro que muy pocos en situación similar a la mía poseen, y es que la gente de mi vecindario me conociera y pudiera descubrir que, pese a lo que indicaba la innegable evidencia que entrega el físico, no poseía muchos de los otros rasgos que se supone que posea, punto de partida para conjeturar acerca de que mi condición de sureño se limitaba sólo a mi apariencia.
Todo esto gracias a mi actuar cotidiano a través de mi trabajo como ayudante del panadero, y un poco también como consecuencia de haber sido aceptado como ayudante justamente de él, persona tan respetada en un suburbio de gente de trabajo como lo es el nuestro.
Inclusive algunas veces, vencidas muchas barreras y lograda cierta intimidad con algunas personas más allegadas a mí, algunos llegaban a entender que no sólo no parecía ser uno de los del sur a medida que me iban conociendo sino que efectivamente no lo era, y que además resultaba ser (por parte de padre solamente) del linaje de los extranjeros que habían ayudado a salvar a la patria en la guerra, extranjeros que, en contra de lo que se creía habitualmente y yo me encargaba de demostrar, no eran exactamente como las figuras que aparecían pintadas en las imágenes de las batallas de los libros de las historias, sino que en sus tierras también existían tribus del mismo modo que aquí en La Ciudad y las Tierras las tenemos. Pero, como dijimos, eran muy pocos los que habían llegado a este nivel de entendimiento sobre la naturaleza verdadera de mi persona, para el resto de las gentes yo era lo que parecía, y la mayoría de las veces yo obedecía a esta impresión actuando de la manera que se me permitía actuar.
Esto es, el tesoro del que yo disfrutaba en el confín de lo que sería mi núcleo íntimo, lo valoraba más cuando por alguna razón salía del vecindario y trataba con las gentes de los otros lados, sobre todo la del puerto, lugar a dónde mi patrón me enviaba de manera habitual a entregar algunos pedidos. Allí la gente no estaba interesada en comprender nada acerca de mi verdadera historia, y para ellos yo era lo que ellos veían: un sureño, probablemente de las montañas por la forma de su nariz y el ancho de sus hombros, y por lo tanto merecedor (como mínima medida indicada por el sentido común y las costumbres) de una merecida desconfianza. Algunas gentes iban un paso mas allá en su desconfianza y su actitud era de neta hostilidad. Para con ellos, mi única reacción posible era la única que se les permitía a los forasteros del sur, inclinar levemente la cabeza, no se bien en señal de asentimiento, reverencia o sumisión, y mirar a la persona que hablaba sin decir palabra ni realizar gesto alguno, señales cualquiera de ellas de falta de respeto cuando menos, y provocación en general, atentando hacia la autoridad natural que poseían en La Ciudad y Las Tierras los en ella nacidos y criados. Gran parte de mi juventud la pasé tratando de aprender la mejor manera de desenvolverme frente a ésta y otras costumbres y modos, tan distintivos de la condición de Natural de la Ciudad y las Tierras cómo podría ser la el amor por el paisaje, la devoción hacia el padre o el gusto por el vino y las canciones.

Estaba sacando las sobras del pan que no se vendió del día anterior como todas las madrugadas. La orden de mi patrón era para tirarlas, pero yo se las llevaba a los mendigos que vivían en el callejón de la vuelta, los cuales no sólo tenían la desgracia de parecerse como yo a un sureño, sino que además no poseían una línea sanguínea que los redimiera de semejante carga y les diera un mínimo rol en la Ciudad.
Supongo que ese día se habrán sorprendido de no haberme visto llegar, se habrán molestado bastante pues creo que lo que yo les llevaba a escondidas era la mayoría de las veces todo lo que comían en el día, y para algunos de ellos era mi obligación moral hacerlo, pues yo podría se runo de ellos y sin embargo la fortuna me había escogido a mí como ayudante de panadero y no a ellos.

Cuando estaba llegando con la primera de las bolsas me detuve al ver como sobre en el umbral de la puerta de la segunda casa del callejón dos Guardias terminaban de golpear a alguien que yo no alcanzaba de ver por encontrarse dentro de la casa su cuerpo. La golpearon hasta matarla, de eso me di cuenta después cuando salí de mi escondite, una vez que ya se habían ido. Era una mujer joven, yo la conocía de vista como a todos los habitantes del vecindario, sabía quién era y qué hacía a base de la observación diaria y también la de los demás vecinos. Madre soltera de una nena e hija de una anciana senil que vivía con ellas, trabajaba, según la gente del vecindario, como criada en una casa del lado norte, pero yo la había visto realmente en uno de los bares de la zona del puerto, seguramente desempeñándose en tareas menos bien vistas pro el común de la gente del barrio.

Los Guardias eran dos (los Guardias siempre son dos), y la mataron con un ladrillo que tomaron de ahí mismo. Ni siquiera tuvieron que limpiar sus palos.
Hago aquí un pausa en mi relato para aclarar que no era novedad para nadie la brutalidad de muchos guardias, pero esta era tolerada como un mal necesario en estos tiempos que corrían, y siempre se citaban como ejemplos para justificar este tipo de conductas (las de los guardias y las de las gentes hacia ellos) diversas anécdotas de los días después de la guerra, cuando todavía no habíamos decidido que necesitábamos reestablecer de un modo rápido y directo el orden y las costumbres que hacían posible la vida diaria de las gentes, siendo el Cuerpo de Guardias la manera mas rápida y efectiva de materializar esta necesidad. Y estas anécdotas, me di cuenta yo, la más de las veces las contaba gente demasiado jóvenes como para haberlas vivido en persona.
Lo importante del evento es que cuando llegué a ella y la tomé del brazo para sentir su pulso (nunca le había tomado el pulso a nadie, pero sabía que era la única manera de saber si alguien estaba vivo o no) noté que tenía la cabeza destrozada a ladrillazos. Agitado aún por la sensación de peligro y miedo que no se terminaba de ir, y por el asco y dolor que llegaba cada vez mas nítidamente, vi cómo las dos sombras de los guardias se aproximaban nuevamente por la entrada del callejón. Se habrán olvidado algo, pensé.

De quedarme en el lugar no sé bien que podría haberme pasado. Tal vez hubiera habido una buena razón para que hicieran lo que hicieron, aunque en verdad siempre la había dentro de lo que son sus razones habituales y la lógica que se imponía cada vez más en todo el pueblo, pero lo que es seguro es que su metodología se había desviado ligeramente de los carriles habituales del proceder legal, y mi presencia en el lugar hubiera sido una ayuda increíble para elaborar una explicación alternativa al hecho (el cuál alteró terriblemente el humor de los vecinos y lo hubiera hecho en una dirección menos conveniente si no hubiera habido una respuesta tan prolija y convincente por parte de las autoridades). A fin de cuentas, no fue necesario dejarme aprehender para que la noticia del día y de los días que siguieron fuera que un Forastero del Sur (Salvaje decía la prensa mas vulgar) había asesinado cobardemente y salvajemente a ladrillazos a una mujer indefensa para robarle las pocas monedas que traía para su hijo y madre enferma o algún otro elemento valioso para él, (más tratándose de una mujer joven y medianamente atractiva). Este individuo, haciendo uso de la agilidad para moverse en las penumbras que tiene la gente criada entre la oscuridad de los bosques y las piedras de las montañas, había escapado por los callejones primero y los techos de las casas después, pero según informaban las autoridades (y corroboraban las expresiones de deseo de la gente que es encargada de transmitir noticias y completar las informaciones) era sólo cuestión de tiempo para que cayera en poder de aquellos a quiénes habíamos encargado mantener el orden y la paz en la ciudad.

Mis alternativas eran realmente muy pocas. Yo sabía que todo lo que decían eran sólo mentiras. Si bien los hechos materiales eran casi exactamente los relatados (a excepción de quién era el autor material del hecho) los otros circunstancias, no materiales pero hechos al fin según la manera en que entendemos las cosas los de por aquí, eran todos equivocados. Yo no maté a nadie, no quería robar nada, no odiaba a la gente de la ciudad por el hecho de ser sureño, y ni siquiera era sureño.
Pero ¿quién me creería? Y si alguien me creía ¿le importaría como para ayudarme a hacer algo al respecto? Ni mi patrón ni mis vecinos mas conocidos lo hubieran hecho. La explicación mas sencilla suele ser la correcta, dicen por acá (en realidad la mayoría dice “es” y no “suele ser”), y para ser completamente honesto yo mismo hubiera dudado de mi inocencia si no supiera los detalles que matizaban lo ocurrido pero que eran el fundamento de mi inocencia.
Tampoco hubiera podido recurrir a las autoridades, se entiende por qué. Mucho más cuando viene a mi mente una conversación acerca de la Ley que había escuchado una vez entre unos Señores en la posada frente a la panadería, quienes decían algo así como que las desviaciones y eventuales excesos que podía eventualmente cometer la Ley en su ejercicio en pos del bien común, debían ser reencauzados por mecanismos dentro de la misma ley, argumentando que de cualquier otra manera se exponían grietas a través de las cuales los enemigos de la Ley podían intentar penetrar y quebrarla. Si este concepto incluía ignorar deliberadamente algunas faltas, sobre todo por parte de los miembros de la ley que se encontraban en los escalafones mas cercanos al campo de batalla que es la calle (escenario de esta guerra diaria), preguntó uno, contestándole el otro que eso quedaba librado al buen juicio de los jefes y responsables de esos escalafones. Me pareció que era el caso, así que me encontré pasando un día entero escondido en un patio, detrás de un asador en una casa de las afueras, sin tener ninguna idea mejor acerca de cómo accionar. El destino que me aguardaba si me entregaba me hacía pensar que ya había perdido para siempre no sólo mi privilegiado lugar dentro de los míos, sino cualquier lugar entre las gentes, así que mis acciones debían estar guiadas exclusivamente hacia la conservación de lo único que me quedaba fuera de eso, es decir, mi vida.

No se cómo, seguramente por las informaciones de las atentas miradas vecinos, siempre dispuestas a notar cualquier evento fuera del desarrollo normal de la actividad del barrio, pero la Guardia había montado un intenso operativo de búsqueda en el sector, que incluía el uso de mastines en el borde de los bosques y técnicas de rastrillaje casa por casa en el sector del centro.
Desesperado y acorralado me encontraba dentro de la cocina de la casa en cuyo patio había pasado ya un día entero, revolviendo en busca de un pedazo de pan o carne que me permitiera aguantar un poco más hasta que decreciera la intensidad de la búsqueda y poder encarar uno de los varios planes de huída que había tenido la frialdad de calcular en ese tiempo, cuando salió del fondo de la habitación oscura la hija de los dueños de casa. Pensé que había quedado sólo cuando la pareja propietaria salió en la mañana, pero fue un error de apreciación mío no contar con la clara posibilidad de que alguien más habitara allí. La presencia inesperada de esta jovencita me aterró más que el saber que los guardias estaba por todos lados buscándome. Creo que eran sus ojos con una expresión de espanto que nunca había visto en mi vida, o su garganta al borde de un estallido de gritos que atinadamente logré evitar colocando primero mi mano en su boca y luego mi brazo entero alrededor de su (frágil) cuello en forma de palanca o candado.
Un instante después, tomándola aún, me encontraba intentando explicarle que no era mi intención hacerle ningún tipo de daño, y que si bien era el hombre del quién todos habían oído y al que buscaban los guardias, las cosas no eran de la manera en que todos decían, y que yo ni siquiera era en realidad sureño, cuando noté en su cara una expresión que me percató de la inutilidad de mis palabras. Era obvio que a los ojos de esa muchacha yo era un sureño que se había metido en su casa e iba a matarla, como ya había hecho antes en otra casa con otra muchacha como ella. Imposible demostrarle que estaba equivocada. Fue en ese momento cuando escuché la voz de los guardias acercándose a la puerta.
La miré a los ojos tratando de creer primero yo en mis palabras, aunque seguramente mi mirada fue la que le restó veracidad a mi cambio de táctica: Vas a atender detrás de la puerta sin abrirla y vas a decir que estas sola, que tus padreas se fueron, y no te dejaron la llave de la casa. Que todo está bien y que no viste ni oíste nada raro, y luego de esto me iré y te dejaré en paz. Sino, sino…
Golpearon la puerta y ella recitó letra a letra su parte, pero con una cadencia en su voz entrecortada que denotaba el pánico que sentía (sobre todo por la inconciente presión que comencé a ejercer con mi brazo sobre su cuello). Afortunadamente ellos no percibieron los matices del tono, y también ayudó que el vecino que los acompañaba dijera que era común que los padres la dejaran encerrada cuando salían a sus trabajos, porque ambos trabajaban en… y más aún en estos días donde la vida diaria se había vuelto tan insegura por eventos como este, o como lo que sucedió el otro día cuando la vecina de enfrente…..
Comenzaban a marcharse y comencé a alivianar la presión que ejercía con mi brazo. Fue ahí cuando la muchacha ensayó un intento de grito. Antes de que terminara de hinchar su pecho para juntar suficiente aire, de manera refleja ya mi brazo se había cerrado en candado sobre su cuello, completándose la acción con una especie de sonido a madera quebrada y su cuerpo desplomándose en el piso.
Aterrorizado salí corriendo por los fondos, con detalles que ahora no recuerdo bien. Huí, y milagrosamente pude hacerla hasta el bosque en dónde me hallo ahora. En este momento, mientras me encuentro intentando recuperar mi aliento detrás de un árbol y escuchando cada vez más cerca el ladrido de los mastines, es que me doy cuenta de que cada minuto que pasa es más verdadero todo lo que dicen los guardias y las autoridades, y que es así como siempre, transcurso del tiempo mediante, cualquier generalidad de las costumbres y los modos de las gentes quedan demostrados en su utilidad práctica para el bienestar del pueblo en general, y que todo lo que yo siempre sentí como una especie de juego de ajedrez en el cuál podía participar era efectivamente tal, sólo que frente a un adversario perfecto, que a partir de mi primera movida sabía exactamente cómo se iba a desarrollar la partida entera sin otro posible resultado que mi derrota, ya que las piezas están configuradas de tal manera que…

Parece que se desviaron un poco, los ladridos parecen alejarse, creo que es momento de reemprender mi carrera.

Es irónico, y me resulta casi infame ver en directo la manera en la que este círculo horrendo parece cerrarse sobre sí mismo, pero al notar el sol a mi izquierda a esta hora de la mañana me doy cuenta que no tendría sentido estar corriendo en alguna otra dirección.

19D





La presion sistemática ejercida. La sensación de ahogo. El sentimiento de opresión.
La frustración provocada por no encontrar salida, en distintos, tontos, torpes, vanos intentos por revertir la situación. Un agujero negro que todo lo devora. Y muere en una explosión.

Una rebelión descontrolada, desenfocada. Una explosión caótica. Un atentado terrorista del tipo suicida. Destrucción indiscriminada, con anhelo de totalidad ( o de nada): Del otro, del transeúnte, del inocente, y de uno. De lo ajeno, de lo cercano, y de lo propio. El fin del mundo, el cataclismo. Los siete jinetes, pero sin cabeza.

Agresión desenfrenada hacia la persona que se veía como responsable de ese malestar. Pero también
cimbronazo contra los propios valores. No ya contra blancos sociales, de terceros, estructuras de otro u otros. Ese camino ya fue transitado, y esta vez era mas dificil separar el uno de los otros. Esta vez la destrucción debía ser mas profunda, pues la frontera entre el uno y los otros era bien difusa.

Ahora fue atentar contra fuerzas superiores, ubicadas en límites mas y mas lejanos. Zonas nunca antes transitadas,límites nunca antes transgredidos: de naturaleza profunda en el propio código moral, de raíz primitivamente cultural, con matices antropológicos y biológicos, un territorio de puras sombras pero englobador de muchos otros: el tabú.
Tratar de hacerlo de manera irreversible. No dejar salida. Solo una, la nada. Entonces, la muerte vendría sola y haría su tarea de manera automática.

Pérdida del respeto de los demás, y del propio. Un pecado mortal.

La ecuación de Unapiedra



La construcción, disciplina que me permite ser hacia el exterior. Mas que una proyección, una transformación de mi ser en algo material.

Una obra.

La transormación de una suma de impulsos eléctricos y señales químicas en la materia de lo que se construye. Una idea convertida en átomos. Nada nuevo para la humanidad. El jarrón del orfebre, la silla del carpintero, el cuchillo del herrero.

Algo que está. Que otros pueden ver, tocar y sentir. Que queda. Tiene propiedades definidas, permite ser medido de maneras convencionales, mas o menos universales. Una fuerza que nace en la otra dimensión, y termina en las cuatro ordinarias.

Y se escribe con una ecuación:

Idea+pensamiento+voluntad+fuerza+genio+técnica+conocimiento+talento=mc2


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